La pasión de ser uno multiplicado por la memoria del tiempo

De arriba a abajo: Julia Margaret Cameron (1815-1879); Eugene Atget (1857-1927); Alexander Rodchenko (1891-1956); y Sebastián Salgado (1944)

» Nada se movía pero todo seguía hacia delante.

La estática y el movimiento, y esa continuación perenne de las cosas que a su vez se transforman para volver a ser una vez más. La instantánea, ese movimiento único y permanente en que el ojo se detiene, ese segundo puro de suspensión absoluta, ese querer detener el tiempo en nuestras

manos, de apretarlo fuerte para sentirnos un poco más eternos. Todo, o casi todo, se sucedía esperando el momento último de permanencia donde los colores se borran y ya no existen, donde las cosas se miran ensimismadas no reconociéndose porque ya es demasiado tarde y han vuelto a ser otra vez. La mirada propia. Los ojos que contemplan los adentros, que miran la mirada. Los ojos que evocan la memoria de lo que antes era y todavía es. El conocimiento de lo que existió siempre y nunca fue del todo conocido. La pasión de ser uno multiplicado mil veces por la memoria del tiempo. La repetición abusiva de nuestros cuerpos por siempre querer ser.

La necesidad de ver por primera vez.»

Marga Clark, poeta y fotógrafa http://www.margaclark.com/

Fotografía de cle-o http://cle-o.deviantart.com